La violencia es consustancial en la larguísima historia del género humano, ahí no cabe dudas o vacilaciones. Si tuviéramos que remontarnos al surgimiento de la violencia entre los seres humanos, sería un gran problema, debido a que la presencia de dicha lacra es común entre todas las especies de animales, tantos racionales como irracionales. Sin duda este estigma se ha estado transmitiendo como una característica filogenética. En ese sentido, nuestra innata capacidad para hacer uso de la violencia es desde luego, un elemento evolutivo de gran peso. ¿Estuvo nuestro cerebro diseñado para la violencia? Parece que sí, somos por naturaleza, por instinto de supervivencia frente a un entorno hostil, de la misma forma en que son agresivos el resto de los animales. La gran diferencia es que mientras ellos no llegan a causarse la muerte, el ser humano llega a disfrutar con ella.
Un ejemplo lo tenemos cuando dos lobos pelean entre ellos. En el mismo momento que el combate está definido, y surge el vencedor, este orina sobre su vencido adversario, que deja su yugular a su disposición en señal de sometimiento. Y ahí cesa toda lucha. ¡Qué gran contraste con nosotros los humanos! El ser humano desde el primer segundo que levantó una piedra para arrojarla o golpear a otro, en ese momento ya utilizó un arma de defensa y ataque, nuestra historia en este planeta no ha dejado de ser una larga carrera de matanzas. A eso, algunos cínicos llaman el precio de la Evolución.
En el siglo V, San Agustín el Teólogo más importante de La Cristiandad, escribió lo siguiente en su gran obra La Ciudad de Dios, “El Creador no es responsable de que exista el mal, sino el hombre, ya que Dios es el autor de las cualidades humanas y no de los vicios. Creó al hombre recto, pero el hombre se hizo corrupto por su propia voluntad.” Aquí no estoy de acuerdo con San Agustín. La violencia y la maldad ya habían sido inoculadas en el cerebro del hombre. Y algo de culpa tendría el Creador, digo yo. Tanto si fuimos producto de la Creación o la Evolución.
La violencia fue y es nuestra señal de identidad. Como siempre, somos nosotros los humanos los que podemos invertir la situación. Sin esperar milagros del más allá, nos atreveremos de una vez a desprendernos de la violencia. Evolucionemos hacia la concordia, por que si ni siquiera lo intentamos, más valdría que un meteorito nos borre de la faz de la Tierra.
Throughout the long history of humankind, violence has always been something inherent; there can be no doubt about this. If we had to overcome the surge of violence among human beings, it would be a great problem, because the presence of this defect is something common in all species, be it rational or irrational. Without a doubt this stigma has been transmitted in phylogenetic manner. In this sense, our innate capacity to make use of the violence is of course an evolutionary element of great significance. Was our brain designed for violence? It seems that the answer is yes, that we are by nature violent, with the instincts of survival against the backdrop of hostile surroundings, much in the same way that all animals are aggressive. The great difference is that while they are aggressive, their conflicts usually do not lead to deaths; on the other hand, human beings seem to enjoy the act of killing.
An example can be seen in the fight between two wolves. At the moment when the outcome of the combat has been confirmed, and one arises victorious, this wolf will urinate on his subdued foe; at the same time the vanquished will leave its jugular exposed as a sign of submission. And at that point the fight stops. What great contrast when we compare that to the case of us humans! From the first instance when a human being raised a stone to throw or to strike his opponent, the use of weaponry to defend and attack has spiraled out of control and as a result it has evolved into a long chain of massacres on this planet. To some cynics, this is the price we pay for Evolution.
In the 5th century, St Augustine, the most important Theologian of Christianity, wrote following in his great work City of God, “The Creator is not responsible for the evil that exists, but it is Man that is responsible, since God is the author of the human qualities and not of the vices. He created the righteous man, but man became corrupt by his own will.” I am not in agreement with St Augustine. Violence and evil had already been inoculated in the minds of humankind. And part of the blame would fall on the Creator. This is valid in both cases, if we were the product of Creation or Evolution.
Violence has been and is a sign of our identity. As always, we are the only ones who can change the situation. Without waiting for miracles in the future, we should at least try to shake off violence from our genetic blueprint. Let us all evolve towards concord, because if we do not even try, it would be preferable that a meteorite wipe us from the face of this Earth.
No hay comentarios:
Publicar un comentario