Como un dinosaurio con 66 años, hoy me tomo la molestia de opinar sobre la música actual. Y la verdad me quedo más que perplejo ante la nueva hornada de pequeños ídolos con pies de barros que nos invade con sus melifluas vocecillas. Lo que más me llama la atención es la manía que tienen todos de tocarse los genitales durante su actuación. Parece que todos quisieran imitar al malogrado Michael Jackson, aunque este también se pasaba tocándose sus partes intimas, digo yo. Tomemos como un ejemplo al nuevo astro el adolecente blanco Justin Bieber. Este jovencito se pasa todo el tiempo que dura una canción tocándose vulgarmente el paquete y jadeando mil veces, Baby, Baby, o en su caso su grandioso éxito Boyfriend. Eso sí, rodeado de macizas bailarinas. Claro que la que se lleva la palma de la ambigüedad esta es sin duda Lady Gaga. Esta, para no ser menos, se toca la vagina con una impunidad absoluta, lo cual puede haber sido el motivo para su cancelación de su concierto en Yakarta en Indonesia.
Otro caso para estudiar seria el resurgimiento de Madonna que con sus 54 anitos, se planta en el escenario cual una rejuvenecida Lolita, para mostrarnos parte de su anatomía entre jadeos y poses sexual. Púes bien, a todo esto se le denomina música. También están los malditos músicos de rap que ostentan costosas cadenas de oro y anillos de diamantes. ¡Qué gran diferencia con el ritmo frenético del rey del soul, James Brown, que con su famoso tema Sex Machine puede hacer bailar a los muertos! Claro, yo al quedarme anclado en los sesentas, he decido no participar de estas nuevas innovaciones musicales, púes de ahí no me mueve ni Dios. Mas lo que de verdad me hace volar es el sensual y romántico sonido del saxofón de Dexter Gordon. ¡Dios santo! Qué manera de sonar en una noche de invierno, con una botella de bourbon y la suave compañía de una hembra de verdad, de esas que rezuman lujuria por sus poros. Eso es lo que para mi representa la música en sí, el despertar de mi libido dormido o en su caso una fuerte tristeza al escuchar el llanto roto del Camarón de la Isla. Para mí, la música siempre fue algo que me hacia sentir. En fin que no encuentro consuelo con esta nueva y clónica generación de mediocres cantantes que me ha tocado presenciar antes de mudarme a otros mundos. Es por eso que me voy un rato a volar con el rock psicodélico de Jefferson Airplane.
As a dinosaur at 66 years of age, today I’ll like to take the trouble to comment on pop music. And the truth is that I'm more perplexed than before with the new batch of young idols with hardly any talent that invade the airwaves with their flimsy vocals. The thing that strikes me most is how every one of them seem to be obsessed with touching their genitals during their performances. It seems that everyone likes to imitate the ill-fated Michael Jackson, who had done his fair share of playing with his intimate parts. Take as an example the new astro white teen Justin Bieber. This youngster spends most of the duration of his song touching his own package and gasping a thousand times, Baby, Baby, or in the case of his other big hit, Boyfriend. And yes, always surrounded by a group of sexily-clad dancers. Of course, the singer who takes the crown for ambiguity is without a doubt Lady Gaga. Not to be outdone, she is known to touch her vagina with absolute impunity, which may have been the reason for the cancellation of her concert in Jakarta, Indonesia.
Another case in point is the resurgence of Madonna, who has exploded on the music scene as a rejuvenated Lolita at 54 years old, seriously, just to show us part of her anatomy between gasps and sexual poses. Well, all this is being referred to as music. We also have the damned rappers showing off their expensive gold chains and bling. What a huge difference compared with the frenetic rhythms of the King of Soul, James Brown, who with his famous anthem Sex Machine, could even make the dead come to life and put on their dancing shoes! Of course, in my case, being anchored in the 1960s, I have decided not to participate in these new musical innovations, and not even God can shake my resolve. But what really makes my spirits soar is the sensual and romantic sound of the saxophone by Dexter Gordon. Holy God! What sweet vibrations on a winter’s night, with a bottle of bourbon and in the company of a true woman, exuding lust through the pores. This is what music represents for me, yes, the awakening of the sleeping libido, or in some cases the overwhelming sadness when I listen to the painful cries of Camarón de la Isla. For me, music has always been something to be felt. I can't find any comfort with this new, cloned generation of mediocre singers; singers that I have been forced to endure before moving on to other worlds. And due to this reason I would now choose to soar a while to the psychedelic rock of Jefferson Airplane.