Estos días estoy inmerso en la lectura de un libro algo más que profético. Su lectura me ha dejado un amargo sabor de boca. Su titulo es El Campamento de Los Santos. Les aseguro que si ustedes lo leen, tanto si su ideología es de derecha, neutral, o de izquierda, desde luego que no le dejara indiferente. Pues le hará replantearse muchas cosas que ya tenía más que olvidada. Sobre el fenómeno de la inmigración descontrolada y consentida en Europa, esta novela anticipo ya en el lejano 1973 el fenómeno inmigratorio en Europa, presagiando la brutal caída de Occidente ante los nuevos tótemes erigidos en honor de la superficial multiculturalidad y la angelical hermandad universal.
Más lo que pretendía con este libro tabú decirnos Jean Rapail no es por supuesto una apología de la raza blanca, como piensan las mentes más lerdas o las estúpidamente correctas. No, el libro nos dice de una manera sincera y honesta lo orgulloso que deberíamos sentirnos de un legado de más de mil años. Y que lo estamos dilapidando con la complicidad autodestructiva del nihilismo globalizador. El libro comienza con la marcha de un convoy de barcos de la India que transporta un millón de indigentes.
La expedición ha sido diseñada como un complot para invadir Europa. La famélica expedición es bautizada por la prensa progresista como la flota de la última esperanza, es rechazada por Australia, Egipto y Sudáfrica. Por fin consiguen desembarcar en Francia. En este país la opinión pública ha sido adormecida, victima del clima de opinion, que hoy calificaríamos de políticamente correcto.
El escritor dio a entender el año 1985 que su novela era algo más que una profecía, llegando a afirmar que en función del desequilibrio demográfico no sería descabellado ver esta situación en el 2070. Cercado en medio de 7,000 millones de hombres, 700 millones de blancos solamente, de los cuales solo un tercio es apenas vigorosos y se hallan muy envejecido, sobre nuestra pequeña Europa, frente a una vanguardia de cerca de 400 millones de magrebís y musulmanes, de los cuales un cincuenta por ciento tienen menos de veinte anos, sobre la orilla opuesta del Mediterránea. En el canto 20 del Apocalipsis se dice, La era de los mil años se acaba, he aquí que salen las naciones que están en los cuatros rincones de la tierra y que igualan en numero a la arena del mar. Saldrán de expedición sobre la superficie de la tierra, irrumpirán en el campamento de los santos y en la ciudad bien amada.
Les dejo con lo que dijo el presidente de Argelia Huari Bumedian en Marzo del 1974, “No existen bombas atómicas en el mundo para detener la marea formada por los millones de seres humanos que un día partirán de la parte meridional y pobre del mundo, para irrumpir en los espacios relativamente abiertos del rico hemisferio septentrional en búsqueda de supervivencia, mientras aquí en la encantadora Europa los avestruces prosiguen con sus cabezas dentro de la arena, y nosotros mientras tanto dejando nuestra gallardía y autoestima en manos de lo que es políticamente correcto o hablando claro, cobardía y falta de testosterona. ¡Qué Dios reparta suerte!
These days I have been immersed in one of the books that can be said to be prophetic. It has left a bitter aftertaste in my mouth. Its title is The Camp of the Saints. I assure you that if you read it, whether you are of the right, left wings or politically neutral, the book will surely not be indifferent to you. For one thing it will make you rethink many things that you may have forgotten. On the phenomenon of immigration that is out of control in Europe, this novel had anticipated back in the year 1973 of the migratory phenomenon in Europe, foreboding the brutal fall of the West before the newly erected totems in honour of the superficial multiculturism and the angelic brotherhood of the universe.
Moreover, what this taboo book of Jean Rapail tries to impart is of course not a defense of the white race, as many of the dimwits might think. No, the book tells us in the most sincere and honest manner that we should feel proud of our legacy of more than a thousand years. And that we are laying to waste with our auto destructive complicity of a kind of nihilism that is global. The book commences with the launch of a convoy of ships from India that have transports a million of indigenous people.
The expedition has been designed as a plot to invade Europe. The famished expedition was baptized by the progressive press as the fleet of the last hope, which had been rejected by Australia, Egypt and South Africa. At last it found a way to land in France. In this country the public opinion had been dormant, victim of the climate of opinion that can be best described as politically correct.
The author explains that in the year 1985 that his novel is more that a prophecy, even declaring that as a function of the disequilibrium of the global demography, the situation could present itself in the year 2070. Taking a population of 7,000 million people, 700 million would be white, of which a third would be hardly vigorous and would be elderly, within this little continent of Europe, while there would be a new population of around 400 million of maghribians and muslims, of which 50% would be younger than 20 years old, just across the banks of the Mediterranean. In the psalm 20 of the Apocalypse, it is said, “The era of the thousand years has passed, from where there will be nations that come from the four corners of the earth and which will be numerous like the sand of the sea. They would come from expeditions on the surface of the earth; they will descend upon the camp of the saints and the beloved city.”
I leave you with what the president of Algiers said in march of 1974, “There are no atomic bombs in the world to stop the waves formed by the millions of human beings that one day will leave the southern and poor parts of the world, to descend upon the relatively open spaces of the rich northern hemispheres in search of its survival, while the enchanted Europe with its ostriches will continue to hide with their heads in the sand, and meanwhile we will leave our bravery and self esteem in the hands of the politically correct, or in clearer terms, the cowardice and the lack of testosterone. God save us!
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