Jesús
dijo aquellas sublimes palabras, dejad que los niños se acerquen a mí pues de
ellos es el reino de los cielos. Yo la verdad en mi vuelo de Kuala Lumpur a
Auckland, estuve rodeado tanto delante como detrás de mi asiento, dé ocho
monitos cuya edades eran entre 8 a 10 anitos. La cuestión es que la
hiperactividad de esos pequeños enanos hizo que un vuelo de 12 horas se convirtiera
en un infierno. Lo más vergonzoso es que los padres de tales incombustibles monitos,
pasaban de darle un sonoro bofetón a tales bestezuelas que gritaban a todo
pulmón. Me preguntaba durante el insufrible vuelo, cuál era la diferencia entre
un grupo de macacos, y esos diabólicos niños.
Yo
creo que una buena solución para acabar con estos desagradables monitos es que
se le habilite una zona, en la bodega de los aviones, eso si todo acolchonado
para evitarle algún tipo de lesión, faltaría mas. Siempre he tenido una gran
curiosidad por la composición genética de los niños, pues viendo su manera de
brincar como monitos o carneros, me inclinaría a pensar que su metabolismo es
una mezcla de plástico y goma, lo digo porque los muy malvados nunca se cansan
de joder al prójimo, o, no.