El veneno de la soberbia |
Me miro en el espejo y noto algo raro en mi rostro, no sé como describirlo, es como unos ligeros surcos de color verdoso. Me desnudo para ducharme y el pánico se apodera de mí. ¡O Dios mío! Los surcos verdosos son mas profundo en el resto de mi cuerpo. ¿Qué me está sucediendo?, me digo, no sin un cierto temor. Llevó dos semanas en que todas son malas noticias; mi trabajo de traductor se ha estancado, el alquiler de mi casita en la playa se ha incrementado. Y encima estos extraños surcos en mi cuerpo. En fin aprovechando que no llueve, decido ir al monte a coger trufas con Cristalino. Al cabo de dos horas la recogida de trufas es algo exigua. Malhumorado, regreso a casa y lo primero que hago es examinar mi cuerpo ante un gran espejo. Lo que veo me deja sin aliento. Partes de los surcos se están hinchando y me produce un insólito escozor. Al día siguiente mis preocupaciones ya no son mis surcos verdosos e hinchados. Lo más graves es que Cristalino ha estado vomitando y con espasmos durante toda la madrugada. Sin más dilación llamo al veterinario. Su diagnostico no puede ser más triste para mí. Se trata de un caso de envenenamiento, producto de algunas setas que comió en el bosque.
El veterinario no le da más que un par de horas de vida. Sentado en el sofá, contemplo como mi viejo y fiel compañero de 10 larguísimos años de convivencia se va apagando sin siquiera apartar sus ojos de mi. Una vez consumado lo irreparable, le envuelvo en una manta. Cojo el coche y me dirijo a la zona de la montaña donde cavo un hoyo debajo de un nogal dándole sepultura. De vuelta a casa trato de pasar el dolor ingiriendo una botella de vodka. De vez en cuando echo una ojeada al casco de cobre. ¿Qué de verdad me ha ocurrido?, me pregunto. ¿Tendrá alguna relación mis últimos infortunios con este diabólico casco? En particular la muerte de Cristalino. Esto me hacer reflexionar que he pecado de soberbia al querer utilizar el casco como algo personal, entre yo y el resto de los seres humanos. No cabe duda de que el casco me esta pasando factura. Aun sin ponérmelo, noto mi deterioro físico y mental, y también la desdicha con la muerte de Cristalino. Ahora lo comprendo todo. Nunca debí utilizar el maléfico casco. Al momento tomo la resolución de enterrarlo en el bosque. Dicho y hecho, cojo el coche y me encamino al bosque, donde hago un profundo hoyo y entierro el extraño artilugio.
Dirigiendome hacia el bosque |
A la mañana siguiente al mirarme en el espejo, noto una gran mejoría en todo mi cuerpo, pues los verdosos surcos casi han desaparecido. Diría que me siento más ligero, lo cual aprovecho para dar un paseo por los cañaverales. Caminando sin prisa alguna, oigo unos nítidos lamentos. Presto, voy de donde provienen. Mi sorpresa es mayúscula, se trata de un pequeño cachorro de pastor alemán. No puede tener más de un mes, no tiene ni collar ni placa de identificación. La persona que lo abandonó cuidó todos los detalles. Como si me hubiese tocado la Lotería, lo cojo entre mis brazos y lo llevo a casa. Él me mira con una increíble expresión de alegría. Al momento le doy el nombre de Luminoso. Me miro en el espejo al día siguiente, mis surcos han desaparecido por completo. Hoy es un día feliz para mí de nuevo, púes mi soberbia ha sanado y encima tengo a Luminoso conmigo. ¿Qué más puedo pedir? Al fin la pesadilla del casco de cobre ha terminado.
Luminoso |
I look at myself in the mirror and I notice something strange on my face. I do not know how I can describe it; they seem like lines of greenish color. I undress to shower and panic takes hold of me. Good God! The greenish lines are all over the rest of my body. What is happening to me? I ask myself, not without fear. It has been two weeks of bad news; my work as translator has stagnated, the rent of my small house on the beach has been increased. And above all, the strange lines on my body. Taking advantage of the fact that is not raining, I decide to go to the mountain to pick truffles with Crystalline. After two hours all I have in my bag is a meager collection of truffles. Feeling moody, I return home and the first thing that I do is to examine my body before a great mirror. What I see takes my breath away. Parts of the lines are swollen and they produce an unusual irritation to me. On the following day my worries no longer have to do with my greenish and swollen scars. The situation with Crystalline is even more serious as he has been vomiting, and has spasms all through the dawn. Without further delay I call the veterinarian. His diagnosis cannot be worse for me. It is a case of food poisoning due to the mushrooms that he ate in the forest.
The veterinarian gives him not more than a few hours of life. Seated on the sofa, I contemplate as my old and faithful companion of 10 long years fades away, with his eyes fixated in mine. Once the whole the irreparable situation has reached its end, I wrap him in a blanket. I take the car and drive towards an area in the mountain where I dig a hole underneath a walnut tree, letting him rest in peace. On returning home, I try to soften the blow by ingesting a bottle of vodka. Every once so often, I glance over to the copper helmet. What has happened to me? I ask myself. It must have some relation to my recent misfortunes, this diabolic helmet, especially the death of Crystalline. I start to reflect upon the fact that I have been guilty of arrogance, by using the helmet as something personal, between me myself and the rest of the human beings. There is no doubt that the helmet is making me pay the price of my arrogance. Even without putting it on, I notice my physical and mental deterioration, and also the great misfortune with the death of Crystalline. Now I understand everything, I never should have used the maleficent helmet. At the moment I decide to bury the helmet in the forest. Without delay, I take the car and I drive towards the forest, where I dig a deep hole to bury the strange device.
The following morning when looking at myself in the mirror, I notice a great improvement all over my body, because the greenish lines have nearly all disappeared. I would even say that I feel lighter, so I decide to take a stroll by the cane plantations. Walking without haste, I hear clearly some kind of moaning nearby. I immediately direct myself to where the sounds are coming from. My surprise is huge as I see a small German Shepherd puppy. It looks like it is hardly a month old and it does not have a collar nor a tag for identification. The person who left it took care of all the details. Feeling like I have just won the lottery, I take it in my arms back to my home. He looks at me with an incredible expression of joy. At that very moment I name him Luminous.
I look at myself on the following day in the mirror, my scars have disappeared completely. Today is surely a happy day for me once again, as my arrogance is no more with me and above all I have Luminous by my side. What more can I ask for? The nightmare of the copper helmet has ended, at last.
Por favor Agustin desentierralo y mandoslo para acá, que a nosotros usándolo tres día cada uno ya nos soluciona. Ademas yo no tengo perro.
ResponderEliminarSaluditos.
DON AGUSTÍN
ResponderEliminarHas relatado un bonito cuento. Lástima que, como dice Don Zorrete, no podamos disfrutar cada bloguero español de tres días de uso de ese casco de cobre.
Luego ya lo mandariamos a otro pais necesitado antes de que comience a producir surcos verdes en el cuerpo.
Me gusto mucho tu relato!!! Felices Pascuas y prospero 2012!
ResponderEliminarun abrazo
Secundo la moción de Zorrete y Javier. Yo solo lo querría para unas pocas horas, lo justo para que los surcos no aparecieran y mis animalillos no sufriesen ningún daño -incluidos los hamsters de mi hija-
ResponderEliminarEnhorabuena por los relatos.
Me adhiero a lo que te dicen los demás. Con una horas con ese casco, solucionaríamos muchos problemas de una tacada.
ResponderEliminar¡¡Felices Fiestas!!
Mandame el casco, pera arreglar algún asuntillo.
ResponderEliminarHe andado un poco apartado del mundillo bloguero y ahora me encuentro con éste insólito relato que me ha dejado cuajado. Espero ver alguno más lo mismo de apasionante... o más.
ResponderEliminarPor lo pronto decirte que ya he vuelto a la carga y que te dejo mis más afectusosos deseos para ésta Navidad que nos marca el principio del fin de éste nefasto dos mil once.
Un saludazo.
Cuanto me alegro de que las cosas retornen a su caer, que con ese casco andaban un poco en volandas. Felices Fiestas.
ResponderEliminarMe alegro que todo te vuelva a sonreir.Maldito casco.
ResponderEliminarun abrazo
fus
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