Cielo y tierra no son divinos ni eternos, ni están hechos para uso y bien de los hombres. El mundo es mortal, pues si fuera eterno guardaría memoria de civilizaciones incontables. Los átomos no tienen color, olor, sabor, temperatura. Ya que el espacio no tiene límites, los átomos habrán de forma en otras partes mundos y cielos como los nuestros. Alma y mente son parte del hombre y no una mera armonía. Mente y almas son materiales, pues mueven el cuerpo y perciben sus golpes y heridas. Los dioses no han fabricado este mundo, ni lo han hecho imperecedero, ni para uso y bien de los hombres. Cuando ya no existamos, y ocurra la desintegración final del cuerpo y el espíritu, nada en absoluto podrá sucedernos ni producir ninguna sensación. La muerte no es nada para nosotros, ni en nada nos afecta, porque nuestro espíritu es por entero de naturaleza mortal.
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