El fenómeno natural llamado Dana ha convertido la comunidad valenciana en un valle de sangre y lagrimas. Una vez más la naturaleza nos enseña la fragilidad de nuestra existencia y ante esos momentos solo nos queda refugiarnos en un resignado ectoicismo. En esta casi bíblica tragedia, aparte de la ciega furia de la naturaleza que lo arrasa todo a su paso, tambien hay el factor humano que ayudó a magnificar la tragedia de forma exponencial. Ahora como algo cíclico en la clase política española, cada uno se echan las culpas de estos catastróficos acontecimientos. Nunca aprenderán los españolitos de a pié, que la Democracia algunas veces no es el mejor sistema para afrontar nuestras singulares peculiaridades ideológicas, culturales y regionales, digo yo.