Después de su placentero paseo por la playa en compañía
de su fiel compañero, un perrillo de cinco años al que le había puesto por
nombre Cristalino, a la vuelta a casa notó en las calles del pueblo, cómo
algunas personas llevaban unas mascarillas en sus rostros, pero no le dio importancia,
pues pensó que serian personas con alergia al polen. A la mañana siguiente en
su cotidiano paseo, percibió una cierta hostilidad por parte de ciertas personas.
No le cabía en su cabeza a qué se debía
esa hosca manera de mirarle. Una vez en casa puso la televisión para escuchar
las noticias, y desde luego algo malo estaba ocurriendo. Las noticias hablaban de un extraño virus
situado en la lejana ciudad de WUHAN en CHINA. Al cabo de unos días se entero por la radio,
que la playa había sido cerrada al público. No solo eso, se recomendaba a los ciudadanos
que estuvieran encerrados en sus casas, y que solo salieran para hacer las compras.
Aquéllas drásticas medidas le sumieron
en una fuerte depresión, púes cómo haría para sacar a Cristalino a pasear y por
supuesto ir a hacer sus compras.
Ante el cariz que tomaba la situación, se puso en contacto
por teléfono con algunos vecinos, para que pudieran ayudarle en lo más necesario.
La respuesta fue de una solidaridad ejemplar, debido a su mayoría de edad y sus
achaques, su movilidad era cada vez más difícil. Después de un mes de aquel
evento llamado Covid19, las noticias eran pavorosas pues se decía que miles de ancianos,
que vivían en Residencias habían contraído el virus y había muertos abandonados
y sin cuidados médicos. Lo que más le partió el alma y su poca confianza en la
condición humana, era que hasta los mismo médicos daban absoluta prioridad a
las personas más jóvenes. Era como si
los ancianos como él, fueran una carga para el Gobierno. Pero se enteraba de que las personas de su edad,
estaban sufriendo también aquella perversa discriminación en todos los países
de Occidente. Ante tanta iniquidad contra los ancianos, que habían luchado por
los derechos más elementales de otras personas, y viendo el ingrato trato a lo
que eran sometidos, se preguntó si valía la pena contemplar tanta injusticia y maldad,
contra él y millones de otros como él mismo.
Él después de todo no temía a la muerte con sus noventa años,
había visto cosas desagradables, y también había cometido más de una maldad,
pero lo que estaban cometiendo con los ancianos del mundo era lo más parecido a
un Genocidio. Por experiencia había
sufrido el terror nazi en un campo de concentración, y lo de ahora le recordaba
su amarga experiencia. Se dijo a si mismo que él no sería un ratón asustado
ante la cruel burocracia, la capsula de cianuro que siempre tenía guardada, le
evitaría la ignominia de ser tratado como un juguete roto. Para que su dulce
Cristalino no quedara desamparado, le administró algo de cianuro en su comida,
al mismo tiempo tomó una letal capsula y junto con su perrillo abandonó esta
tierra cruel y desagradecida.
Magnífica similitud con los viejos que como yo todavía permanecemos vivos en nuestra Patria. Pero no es mi caso.
ResponderEliminarYo no tomaré cianuro. Al contrario. Lo reparto a nuestros enemigos en dosis escritas con mi más mala leche.
Un abrazo desde nuestra castigada España.
Te entiendo,Pero LA unica salida para los ancianos,seria tener el USO total de LA guillotine, y usarla contra LA casta politics,je je,in abrazo.
EliminarEso que dices de la Guillotina ya lo escribí yo EL 28 DE DICIEMBRE DE 2011 en mi blog de Blogger en un post que se titulaba UNA GUILLOTINA EN LA PUERTA DEL SOL y este es su enlace https://lupushispanicus-devalero.blogspot.com/2011/12/una-guillotina-en-la-puerta-del-sol.html
EliminarUn abrazo.
En LA Puerta del Sol,pero tambien end cada plaza de cada ciudad.saludos.
EliminarTriste realidad.
ResponderEliminarCuanto dinero se ahorra el gobierno,con tantos ancianos que han muerto pod su gestion del covid.saludos.
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