Después de largos años de estudios teológicos de estudiar
los fundamentos más importante sobre la doctrina católica, un joven e idealista
seminarista se mostro confiado de que en unos meses, podría ejercer como
sacerdote en su pequeño pueblo. Pará él,
lo más importante era llevar los postulado del EVANGELIO a cualquier parte del mundo.
Sin embargo últimamente sentía una
cierta inquietud sobre la firmeza de sus convicciones religiosas. Más de algunas noches se despertaba interrogándose
sobre las matanzas, las hambrunas y las desigualdades sociales que golpeaban a
los más débiles y necesitados. Lo que más
le inrritaba, eran las estériles luchas religiosas que aun ocurría en el mundo.
¿Cómo eran posibles tantas calamidades a
nivel mundial, dónde estaba la bondad del creador? Él iba a dedicarle toda su energía y fe, pero
no encontraba salida a sus dudas.
Aquélla tarde escuchando las noticias en la televisión,
no pudo contener su llanto. Las noticias
eran apocalípticas, debido a un dantesco
TSUNAMI, ocurrido en zonas costeras del sudeste de ASIA. Las noticias daban cifras aterradoras, más de
230.000 personas habían perecido engullidas por olas de más de 10 metros. ¿Cómo era posible que aquellos seres humano,
creado a imagen y semejanza de su CREADOR, tuvieran una muerte tan cruel? Todas aquellas noticias le hacían vacilar si
era correcta su carrera sacerdotal. Intentaba buscar respuestas a su flaqueza
espiritual en las otras religiones moneteistas, pero todas eran igual que la católica,
sólo pequeños cambios variaban una de otras. Intentó superar su melancolía a través del
estoicismo de Seneca, pero aquellas muertes injustas necesitaban otras respuestas.
En un momento de lucidez se dijo a sí mismo, que la única
verdad en este atribulado mundo, era sin dudarlo la MUERTE. La muerte no prometía promesas vacías o utópicas,
ella siempre estaba allí para decirnos a nosotros pobres mortales, que no nos
evadiéramos con subterfugio como Cielo o Infierno. La muerte era nuestro último viaje. Con esas fúnebres reflexiones, él joven
seminarista no dudo ni un segundo en abandonar su carrera sacerdotal, y abrazar,
como cualquier ser humano, el mundo materialista y la vida según las reglas del
gran EPICURO.
Ese es un problema que afecta a muchos, que parece insoluble si se le mira solo con ojos humanos. Para otros, el problema queda resuelto, acudiendo a la fe, en muchos casos, la "fe del carbonero" que diría Miguel de Unamuno, y terminan catalogándolo como un misterio. Saludos cordiales
ResponderEliminarLA fe y lo espiritual,es cada vez MA's dificil de mantener,saludos.
ResponderEliminarAparece cuando menos te lo esperas.
ResponderEliminarHoy tener algo de fe, es muy valorado pod las religions monoteistas,saludos
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