A veces uno con la edad cree haber visto y leído todo. Más no siempre es así. Por ejemplo después de haber leído al Divino Marqués de Sade, pensé que ya no podía leer algo más sobre la depravación humana. Pues todo estaba reflejado en sus escritos, pero siempre hay algo o alguien que supera al que creía el original y más atrevido. Y este no es otro que Issidore Ducasse Conde de Lautreamont, el verdadero príncipe y artífice del llamado movimiento Surrealista, un genio de la prosa poética, muerto prematuramente a la edad de 24 años. Su obra más polémica o portentosa fueron Los Cantos de Maldoro. Los Cantos es sin ningún paliativo un discurso de una esquizofrenia total. Lautreamont fue un extranjero en todas partes, ajeno a cualquier etiqueta en cuanto a lo que escribía.
Aunque hay ciertas influencias góticas por parte de Allan Poe en sus escritos, en los Cantos de Maldoro es más que evidente la apología sobre el asesinato, el sadomasoquismo, la violencia, la blafemia, la obscenidad, la putrefacción y por último la deshumanización. El movimiento Surrealista rescató del completo ostracismo al autor de los Cantos tomándolo como estandarte de su tendencia artística. El personaje de Maldoro es una figura demoniaca, que aborrece con toda su fuerza a Dios y a la humanidad. La lectura de los Cantos no es fácil de leer, pues no hay un hilo argumental. De esta manera el autor da rienda suelta a su salvaje imaginación.
Lo grotesco, el espanto y lo ridículo en los Cantos, tiene un cierto paralelismo con las pinturas de El Bosco. Ramón Gómez de la Serna llegó a decir de este personaje lo siguiente, “Que era el segundo redentor que aun estaba en los infiernos. El Mal siempre ha tenido un adalid.” Un ejemplo seria William Blake cuando afirmó, <El Bien es lo pasivo y subordinado a la Razón; El Mal es lo activo naciente de la Energía.> Más para mí después de leer los Cantos, Lautremont es y será el profeta del Mal. Les dejo con una estrofa del Canto segundo, <Mi poesía consentirá solo en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido de engendrar a semejante basura.>
Sometimes with age one believes to have seen and to have read everything. It is not always true. For example after reading the Divine Marques of Sade, I thought that no longer could I read something more incisive on human depravation. Everything was reflected in his works, but there is always somebody who surpasses the original by being even bolder. And he is none other than Issidore Ducasse Conde de Lautreamont, the true prince and creator of the so called Surrealist movement; a genius of the poetic prose who died prematurely at the age of 24 years. His most controversial and marvelous work was The Songs of Maldoro. The Songs are without any moderation a discourse of total schizophrenia. Lautreamont was a foreigner everywhere he went and his works could not be easily classified.
Although there were certain gothic influences in the same vein as Allan Poe in its writings, in the Songs of Maldoro it is even more evident the idea of vindication of murder, sadomasochism, violence, blasphemy, obscenity, the deterioration and finally the dehumanization. The Surrealist movement rescued the author from complete ostracism, taking his work as the standard for this form of artistic tendency. The character of Maldoro is a demonic figure, who detests God and humanity with all his fervor. The Songs of Maldoro is not an easy read because there is no a thematic chain. In this way the author gives himself full poetic license. The grotesque, the frightful and ridiculous situations in the Songs have a certain parallelism with paintings of Bosco. Ramon Gomez of the Serna had this to say of this person, “He who was the second saviour who is still in hell. Evil as always has had a leader.” An example would be William Blake when he affirmed, <Goodness is that which is passive and subordinated to Reason; Evil is the newly born active Energy.> But for me, after reading the Songs, Lautremont is and will always be the prophet of Evil. I leave you with one phrase of the Second Song, <My poetry will allow man to be attacked at all cost, that wild beast, and to its Creator, who should not have created such trash.>
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