Camina con pasos vacilante por la calle,y aúnque es un pobre vagabundo, su presencia no pasa desapercibida para otros seres que se cruzan en su camino. A primera vista se trata de uno de tantos mendigos que pululan y subsisten en cualquier ciudad. Mas su presencia me facina, y al mismo tiempo me repugna. Esta innoble contradicción me duele en mi sentido de la compasión. Claro que la repulsión es debido a la atroz pestilencia que emana de su cuerpo y de los harapos que cubren su desdichado ser. Me pregunto a mi mismo, ¿que es la fuerza que le impulsa a ese APEGO tan inhumano por sobrevivir día a día en su miserable existencia? Esa reflexión sobre la desdicha ajena me obliga a preguntarme si después de todo, nosotros de una manera u otra estamos embarcados en el mismo barco de la mundanidad y lo material, lo cual no deja de ser un abandonó, de nuestra espiritualidad.En sí no dejamos de ser,vagabundos en esta tierra luchando por un APEGO estéril y vacuo,digo yo.